EL FAMOSO CUENTO COMITECO, "DON CHINO DE TÍA CHENA"
HISTORIAS DEL DEPORTE COSITÍA
BASADOS EN HISTORIAS REALES.
RECOPILADOR: ALEX "MOTA".
Profr. José Luis González C.
Don Carlos López Pérez, tenía en 1970, 40 años y era más conocido en el Barrio de los “Zanjones” como don Chino de tía Chena; doña Chena, mujer muy conocida porque su especialidad era cocinar la chanfaina y los patzitos de pitaul. Desde hacía algunos años estaba casada con don Chino, al que le decían así, porque en la tzola tenía una bien cuajada mata de pelos erizados, que parecía festón de juncia; don Chino se dedicaba entre semana a la noble labor de hacer tejas y ladrillos, pero los fines de semana era jefe de meseros; ya tenía bien vista su cuadrilla, él y tres auxiliares; don Chino se había ganada su buena fama en todos los guateques de la ciudad.
A tanto había llegado su renombre, que un día lo llegaron a contratar unas personas de Tuxtla Gutiérrez, don Chino preguntó antes de hablar de pesos y tostones: ¿cómo lo quieresté, con chaleco o sin chaleco?, porque con chaleco cuesta $25.00 y sin chaleco $20.00; y como es fuera de Comitán, nos vasté a dar lo de nuestro pasaje en la “Diego de Mazariegos”; total que se pusieron de acuerdo con los dueños de la fiesta, en la hora y el día.
Llegado el momento, don Chino y sus tres ayudantes se alebrestaron y agarraron camino rumbo a la Capital del Estado; pero ni la moral alta que llevaban impidió la gran vomitadera allá por las curvas de “Joigelito”, pero aún así, entre su mareo, les alentaba la idea, de que eran los primeros exportadores de meseros. Llegaron al lugar convenido en el centro de Tuxtla, don Chino quedó sorprendido por la elegancia del salón. -Pucha vos Chalío, le dijo a uno de sus auxiliares, vastar bueno el zapateado, mirá la orquesta, que chula se ve con todos sus “excrementos”. Le echemos pue ganas pa’ que nos guelvan envitar.
Tuxtla Gtz, antiguo.
En la fiesta los meseros eran unas balas. Pronto empezaron a sentir los estragos del calor, y era cerveza por viaje. Don Chino les decía: no se vayan a desmandar, mídanse, pa’ que lleguen al final. Todo salió bien; en la madrugada cuando ya se había ido el último bolo, ellos empezaron a levantar todo, y ese fue el momento en que le tupieron macizo y como era traguito fino, pues no le hicieron muchos gestos y más que ya estaban empezaditos, siguieron chupando los cuatro en una de las bancas del parque central. Poco a poquito les fue agarrando el sueño. Don Chino sintió que lo estaban trastiando, pero no quiso abrir los ojos. Pero ya no pudo más cuando los rayos del sol le dieron de lleno en la cara; abrió loscoyzates y miró a sus chalanes, los tres estaban blancos de la cruda y del gran flato. ¡Don Chino, nos robaron!: se llevaron nuestro dinero, los chalecos y hasta las charolas. Don Chino no tuvo respuesta a su primera pregunta: ¿cómo pudo pasar esto?, si él siempre había tenido el sueño ligerito. Tal vez fue por la debilidad de la vomitadera, por el traguito, por el calor o por el cansancio; la cosa es que los habían pelechado.
No conocían a nadie, ni por encanto un conocido pa’ prestar dinero; desvelados, jediondos de trago, el calor les estaba haciendo sacar la supia. Sin decir nada, los cuatro pishculitos empezaron a caminar sin rumbo. Su preocupación más grande era saber cómo iban a regresar a Comitán. El pasaje costaba $7.00 por cada uno, por lo que necesitaban mínimamente $28.00. La suerte los fue orillando y de pronto se vieron frente al “Coliseo Roma”, que en una enorme manta, anunciaba una magna función de box, don Chino se acordó que en sus buenos tiempos había entrenado en el gimnasio del famoso “Monito Aguilar” y tuvo la brillante idea de entrar hablar con el empresario; le dijo que en su pueblo era boxeador, que le dejara mostrar su habilidades en el rudo arte de los catorrazos; el empresario sabía que uno de los preliminaristas no asistiría, lo miró medio pochoroco y no le pareció mala idea, que ese señor cubriera la plaza, para no cancelar la pelea, y cumplir con el respetable. El empresario le explicó cómo sería el contrato: mirá güerito, por los dos primeros raunds que aguantés te voy a pagar $10.00, y del tercer raund en adelante te voy a dar $4.00 pesos por minuto. ¿Te parece bien? Don Chino que era muy hábil para hacer cuentas, por su trabajo de tejero, de inmediato contestó que si. Saquesté sus cosas le dijeron. Don Chino contestó: -que no le acabo de contar pue que nos robaron todo nuestro tambach...
Total que llegó la hora de la pelea. A don Chino le dieron prestado un calzoncillo azul apishcaguado y tzij, que le quedó guangoch; lo arrequintócon un pedazo de mecate para que no se le cayera. Ahí tras manita encontró unos tenis Superfaro viejos que le apretaban mucho y casi no le dejaban caminar. Pero con todo y todo don Chino quedó listo, sus chalanes se hicieron pasar por sus seconds, ellos lo llevaron al ring.
A las 9:00 en punto de la noche, el anunciador dijo: Señoras y señores. ¡Peleeeearan a 4 raunds! En esta esquina, venido de la Bella Baluncanán y directamente del Coliseo Blanquita, el bravo fajador cositía y héroe del barrrio de “Yalchivol” “Kid Chino López, EL CONDE DEL ARENAL”, y en esta otra, el estilista cintalapaneco, invicto en 20 combates en seguidilla el temible “Barretero Nandayapa”. El réferi, que por cierto era comiteco, los llamó al centro del cuadrilátero para tomarse la foto que nunca se publica y darles las últimas instrucciones: no se vale dar mordidas, pegar en la nuca, ni hacer traga bolitas, y cuidadito que adrede hagan chiras las tzolas. Cuando yo les diga sepárense, lo hacen rapidito y si alguno hacepongoch, el otro se va a la esquina contraria. ¿Entendido? Suerte, que gane el mejor.
Don Chino sentía que las canías se le doblaban, no sabía si de miedo o de váguido porque no había probado bocado en todo el día. Más bien era por lo segundo, porque él no sabía atutizarse, El Chalío, lo animaba diciéndole: miresté don Chino, sólo aguantesté lo del pasaje y luego luego se dejasté caer. Pero el malvado Chalío sabía que don Chino esa noche iba llevar. Sonó la primera campanada y don Chino salió medio ateperetado, ahí nomasito se lo van pepenando, le empiezan a dar pue una su buena zangarriada, pobre don Chino, le estaban poniendo una tutaniza marcamadriza del barrio de La Lana. Desde su esquina le gritaban: ¡a pue don Chino!, defiendasesté, caso estasté tunco; entrelesté con confianza, no seasté uraño, no nos vayasté azariar, metalesté siquiera un su estatequieto, mirelosté bien, ese su padre que tienesté enfrente no se espanta haciéndole quiquirimiau. Pero no, la sopapiza estaba en su punto, cuando por fin sonó la campana dando fin al primer raund. Don Chino regresózurumbo a su esquina, buscando el banco para sentarse.
Don chino de tía Chena.
Artemio "temo" García.
El Chalío subió rapidito, le sopló un buch agua y con la toalla le empezó a echar aire.Terció un poco de vaselina en sus manos y se lo untó en la cara. Aguantesté don Chino, ya faltan sólo dos más y nos vamos a casita; además están muy grandes los guantes, no duelen mucho los sopapos, pero si lo miraste que está muy dura la coshquetiza, se lo vasté tanteando, sesesgasté por la derecha y le metesté uno en la talega y lo vasté a dejar tatarateando, ya luego bandoleesesté por todo el ring, que no lo alcance, hagasté de cuenta que estasté jugando monoseco o que tieneste mostacilla en el tutís la cosa es que no lo sosprendan. Pero don Chino nunca había sido chapucero, se sentía resmolido.
Don Chino a lo lejos escuchó la voz del réferi que dijo: ¡Pelea! Se paró todo tembelec, pero animado de que ya faltaba poco. Sonando la campana, se le vino encima pue el de Cintalapa, que era casi 20 años más joven que él, y le deja caer otra retajila de chencazos, que lo dejaron zoroco, y que le van metiendo un derechazo directo al pumpo de los pitaules, pucha, sintió que se le enjutó el chactop, y hasta ganas de zurrar le dieron. En lo más duro de la majiza, el Chalío, que estaba muy atento al desarrollo de la guamiza, le gritó: -no seasté mudo, votesesté un su ratitío, hagaseste tacuatz. Pero si ni bien se lo había dicho cuando oyó el sapotazo y don Chino cayó tintintop. El réferi empezó a contar lento, uuuno, dooos, treees y cuando ya iba 7 el Chalío le dijo: ora si don Chino, levantesesté, ya sólo falta medio minuto pa’ que acabe el raund. Don Chino con el alma en un hilo se levantó resoplando como gallina con tzoc, sólo para enconcharse y esperar a que pasara el tiempo. Por fin llegó el campanazo que puso fin al segundo raund.
El Chalío se encaramó al cuadrilátero y le puso una plasta de vaselina cerca del ojo, y le dijo: ¿qué le está pasando don Chino, no se vayasté a dejar caer de una güena vez, porque entonces ya estuvo que no regresamos. No te preocupés si lo estoy tanteando bien. Pero qué pensás, los zapatos me están fregando mis juanetes y este protector me queda muy grande en la shuta, por vidita tuya, mejor me los quitaras; no don Chino, dijo pue el dueño que es parte del reglamento; medio convencido don Chino dijo: sabés qué: la mera verdá, es que este chiquitío ya me está llenando de piedritas el buch, yo creo que me lo voy a echar. El Chalío no sabía si estaba delirando porque estaba azorocado o porque de verdad se estaba poniendo bravo.
Ya sólo falta uno, dijo el Chalío. Don Chino contestó –sale y se paró bien alebrestado. ¡Pelea, dijo de nuevo el réferi! Don Chino pensó, este ya me tiene calientito, ahorita me lo voy a pescuecear. En eso estaba, cuando le dejan ir un pajuelazo al meritito punto de la pasmazón y otro al güergüero, sintió que se le nublaron los ojos, el alma se le arremolinó en el guacal y empezó a mirar pijuyes y chinchibules. Y como no queriendo la cosa, don Chino bajó a lamber la lona; estando en el suelo, abrió los ojos y le preguntó al Chalío ¿cuánto falta? Como minuto y medio contestó éste. Se dio un sacudión de mozorola. Esto era lo que me hacía falta pa’ que se me quitara lo penco; dándose ánimos se dijo: Pucha, si yo no voy a morir ni de parto ni de cornada de burro. Se levantó, cerró el puño y de un jimbón que le va dejando ir un talguatazo venido con injundia del meritito Yalchivol, y prangám el estilista; con esto se sintió arrecho y ya los últimos segundos andaba de rasquita, era una shuta tataratera por todo el ring; al de Cintalapa lo salvó la campana.
Don Chino, ya ajustó, si quieresté tiro la toalla. ¿Qué cosa? Dijo don Chino que ya estaba engasado; si ya se me quitó la cuscusera, perate, si orita le voy a sacar mole, ya le di un su machucón este meco, y me lo voy a dejar pando, orita los vas a ver como lo voy a chaporrear, maceta le vaser falta pa’ tanta chibola; cele si no, le voy a romper el cajete y me vale guango si lo desnuco de un riatazo. El Chalío pensando que tan bien iba haber pa’ las tortas y las gaseosas, lo empezó a jurgar. Iday, ni modo que se vastée a dejar de este tzoludo chitiriz, metalesté uno en el gañote y fajesesté galán, pa’ de mientras le voy a echar aire con la toalla pa’ que agarresté juelgo. Si se le corre a una esquina, hasta’lla lo siguesté, le pegasté en el bofe, que se le sacuda el cacashte; no lo vayasté chentear.
Bisbirindo se paró del banco donde estaba acurrucado y le dijo al Chalío. Mirá, hacéme un gran favor, quitáme estos zapatos que me están orcando mis callos y me van a dejar con incordio, sacáme el protector que ya no lo aguanto; el Chalío hizo lo que le pidió don Chino. Al toque de la campana, ya estaba güichitopeando en medio del cuadrilátero. ¡Pelea! Y con un estilo todo jesh empieza la moquetiza, zumbaban los morongazos, don Chino ya estaba encaprichado, lo fue tanteando con la izquierda, y que le jimba un derechazo y prangam, el estilista cayó canteado sobre las cuerdas. El Chalío no lo podía creer, subieron los otros dos chalanes y lo pasearon en hombros. Calladitos se quedaron cuando vieron que don Chino tenía un ojo morado, un chipuste en la ceja y ventiado un diente, de segurito se quedaría sholco. Ya en la calle don Chino dijo, compremos unas tortas y refrescos y vonós a Comitán, porque aquí caso me hallo.