lunes, 17 de mayo de 2010

LA CUPLÉ PARTE 3

También me agradaba mucho ese elegante lugar porque ahí se encontraban dos buenos amigos, el gerente que ya se adelantó en el camino sin regreso y otro que después fue mi compadre. Quien era el capitán de meseros, mi compadre José Luis.

Al llegar, pues te recibe el ballet que estaciona tu automóvil y un edecán te designa la mesa y te lleva con mucha ceremonia a tu mesa, que previamente reservaste, pero debido a mis relaciones con el gerente y capitán, no necesitaba realizar dicha reservación.

Desde que llegamos noté que Laura, a pesar de su belleza, no era de mucho mundo, me pareció que le quedó un poco grande el escenario, personal de ahí estando acostumbrados que siempre llegan luminarias y personas encumbradas del arte y la política, o de muy alto rango, e inclusive este restaurante es el preferido del mago Uri Güeller y otros más que no viene al caso nombrarlos.

Ahí se cambiaron los papeles, pues el que estaba deslumbrado por la belleza era yo y después ella se quedó asombrada del lugar a dónde la había llevado.

Mi compadre José Luis, sin que yo ordenara el vino sirvió champagne, quizá no fue el mejor, pero presumí el que nos sirvieran en la cubeta de aluminio con hielo, con la botella media envuelta con un trapo blanco y así darle mayor alcurnia el que en una copa champagñera nos sirvieran el espumoso líquido,que a decir verdad, no me llama mucho la atención, pero había que seguir deslumbrando a la presa de esta ocasión. Para eso, ahi nadie puede entrar si no va debidamente vestido con cierta elegancia, mínimo traje y las damas con vestido largo o medio coctel.

En ese lugar por mucho tiempo estuvieron amenizando un grupo extraordinario llamado “Los Lau Yets”, que surgieron en la época grande del Rock and Roll.

Le dije que ordenara lo que se le antojara y me dijo, inteligentemente, pues no sabía qué pedir, que yo ordenara lo que fuera y que nos diéramos prisa, pues me tenía reservada una sorpresa y que se sentía un poco incómoda.
Ensalada César de entrada y después salmón. Una copa más y la cuenta. Así de rápido. En un descuido, mi compadre José Luis, susurrando en mi oído, me comentó: “Compadre, qué linda vieja traes ahora”.

Cuando de nuevo se sube al auto, ya la noté cambiada y como aceptando que esa categoría de lugares, anteriormente no los había frecuentado.
Y me dijo:
“Oye, me apantallaste con el restaurancito ese. Está, la verdad, muy padre”.
Y le dije:
-Qué bueno que te agradó, no tuve algo mejor dónde traerte. Bueno y ahora qué?
“Pues yo tengo palabra, a dónde tú digas. Nadamás una súplica y te ruego. Tengo que estar en mi departamento antes de las 11.00 de la noche, porque mis papás llegan a las 12.00 de la noche a más tardar. Vienen de Puebla, mi ciudad”.
Calculé el tiempo, eran las 18.30 horas y me enfilé hacia la carretera rumbo a Pachuca, pues ahí existen infinidad de hoteles con cierto lujo y prácticos y que unos les llaman auto-hotel. Otros hoteles de paso y los más avezados les llaman courtch. Todo se me estaba facilitando, yo nervioso pero ella muy tranquila y desahogada, como que denotaba que no era “su primera vez”.

Ya para esas alturas de la vida había que tomar medidas de precaución y yo iba preparado y listo, a pesar de que en esos sagrados tiempos, aún no se desataba la vorágine de ingratas enfermedades del siglo, y que ya son un terrible flagelo en toda la humanidad.

Se dan los instintos que desatan las pasiones del encuentro de dos personas que se deseaban y a ordenar ideas, después de este encuentro animalesco y que mi poca o mucha experiencia me indicaba que yo no había sido el primero en su vida, pero no había nada qué reclamar, a pesar que en esos tiempos la virginidad era un tabú. Además fue un encuentro extraordinario que dejaba invitado a remacharlo. Pues se desbordaron las pasiones.

Mi pensamiento ya de regreso y el relax hace que la marcha del automotor sea lenta y cautelosa, no quería comentar nada al sentir que la cabeza de Laura ya se encuentra recargada en mi hombro derecho y en tono bajo, su voz se deja escuchar:

“Qué ingrato es el destino, por qué no te conocí antes, contigo sería feliz, muy feliz”.
Pero sus palabras cada vez que las escuchaba dejaban una incógnita que presentía que estaba cerca de descifrar.
Antes de las 10.00 de la noche ya estaba al pie del edificio de la Unidad Habitacional Tlatelolco.
Nos despedimos con un beso apasionado y de nuevo la réplica, diciéndome:
“Cuando me hables por teléfono, no te molestes si me hago la loca. Es que hay peligro. Entiéndelo por favor”.
No le di importancia y me retiré contento, como cuando un cazador obtiene la presa y le pone una rayita más a la cacha de su arma.
Esa incógnita pronto fue descifrada.
Como el león que ya obtuvo la presa deseada y después de haber satisfecho lo tan apetecido, me fui cavilando rumbo a mi casa.

Daba vuelta mi cabeza y decía que ahí existía algo, que no era normal el comportamiento de esta bella mujer, que a pesar de su corta edad, actuaba como una persona muy experimentada en el paso por la vida. No había querido  insistir en escarbar más de sus actividades, pues yo me encontraba, después de satisfacer mi ego, por lo que había logrado, contento, pues en un principio pensé que no lo lograría, aunque diré que conforme la fui tratando ella carecía de clase, y muchas veces callaba por no tener recursos de poder entablar una plática de altura, también demostró no ser una mujer de sociedad y de mundo.

Sacaba conclusiones de que vivía bien, pues su vestimenta era fina y de buen gusto, pero no cuadraba en todo su personalidad con su léxico y conocimientos universales.

Me llamaba un poco la atención que cuando tocaba el punto del boxeo, ella se interesaba bastante, aunque tratando de disimular, de todos modos me daba cuenta que hacía preguntas muy discretamente, pero al fin dejaba entrever que ese tema le interesaba.

Pasan unos días, quizá semanas y la relación iba en aumento, me empezó a buscar por medio del teléfono en mi casa y en el periódico.

Muchas veces me llamaba y me decía: “Sólo llamé para decirte que te amo” y colgaba, detalles muy bonitos que para el ego de un hombre ensalza el orgullo y hace sentirse uno querido y apreciado.

Hubieron encuentros de intimidad llenos de pasión y entrega, me estaba dando cuenta que ya no nos importaba el ir a buscar un buen café o restaurante. Como si telegrafiáramos nuestras mentes y muchas veces sin preguntarnos, nos dirigíamos al lugar en donde sabíamos que nuestra intimidad era nadamás de nosotros.

Pero esto iba tomando un rumbo desmedido. Muchas veces ella salía con regalos muy valiosos y que a veces me resistía recibirlos, pues recuerdo un día que nos vimos y que por cierto llevaba un vestido azul que hacía resaltar su esbeltez y belleza, y poniéndose las dos manos hacia atrás, me dijo:

“Te traje un regalito, espero te guste”.
Antes que volviera sus dos manos hacia el frente, llegué y la abracé y al abrazarla noté que entre sus manos venía una cartera de piel muy bonita que me entregó con un beso.
Se lo agradecí y después la curioseé pero de pronto se la regresé y le dije, después de notar que dentro de dicha cartera venía un buen fajo de dinero:
-Te agradezco bastante, valoro mucho tu actitud, el dinero nunca sobra, pero no puedo recibir esto. Guarda tu cartera y vamos a hacer de cuenta que no ha pasado nada.
Insistió pero ella comprendió que era imposible que yo llegara a recibir esa cantidad que me imagino sobrepasaba los 10,000 pesos, pues el volumen que hacían los billetes era muy abultado.
Sacó los billetes y los guardó en su bolso y me dijo:
“Y la cartera también me la vas a despreciar?”.
De nuevo le di un beso y me guardé la cartera, que les comento nunca me ha gustado guardar mis billetitos en una cartera, nunca en mi vida he usado cartera.
Descuidé un poco la relación con mi novia, pero siempre estuve pendiente, pues para todo se puede uno dar mañas, inventaba mil cosas tanto para una como para otra y ellas estaban contentas.
Yo como que me había adaptado en que Laura me decía, mañana me voy a Puebla y no voy a estar, si puedo te llamo de larga distancia y así fue pasando el tiempo.
Una ocasión en que todo iba muy bien, que ya nos habíamos adaptado tanto el uno como el otro, ella me dijo que el próximo sábado no iba a estar, y yo días antes le había comentado que iba pedir al jefe de redacción del periódico, que me mandara ese mismo sábado a cubrir un evento de box, que se iba a escenificar en Juriquilla, Querétaro, promocionado por un ex gobernador llamado Juan José Torres Landa (padre), quien era gobernador del Estado de Querétaro. Lógico, siendo gobernador y el hijo con el mismo nombre promotor de box, pues iba a estar de mucho ambiente, además que este hombre, o más bien los dos, eran personas muy espléndidas, pues te daban el famoso “chayote” que es dinero, hospedaje, comida, cena y podías disfrutar del bar, alberca y todo gratis. Pues pedí ir a cubrir cinco peleas estelares y uno de los protagonistas principales, recuerdo, era Alfredo “El Canelo Urbina”, peso welter quien poseía una pegada que dicen los que peleaban con él, que parecía una patada de mula, electrizante, nunca fue campeón porque empezó su carrera ya grande de edad, pero era un pegador contundente, además siempre se refugiaba en el alcohol.

Pues esto se ponía bueno, mi jefe de redacción me dijo que había varios compañeros que le habían solicitado el ir a cubrir el evento a Querétaro, pero que era muy probable que yo fuera.

Total que no fui porque habían personas con más antigüedad que yo y mandaron a un señorón de nombre Víctor Cota León, que actualmente es comisionado de Box y Lucha del D.F. Este hombre es un excelente periodista, nació para escribir, claro y preciso, excelente pluma.
Total que ni fui a Querétaro y ese sábado me quedé sin evento qué cubrir.
Después de visitar a mi novia, con quien después me casé, regresé temprano a mi casa, pero me levanté como un resorte y me acordé que en la Arena México, máximo escenario de hoy y de siempre de los eventos de box y lucha, además de Hollyday Inn, eventos del Día de la Madre, del Niño, etc., etc., más o menos como aquí el Auditorio Municipal de Ocosingo. Pues bien, me paré rápido y me acordé que ahí habría encuentros boxísticos y en uno de esos combates iba como pelea estrella José Medel “El Huitlacoche”.


ARENA MÉXICO

Sin que este peleador fuera de mi agrado, y sin que yo lo considerara ídolo, pues siempre era un atractivo para las taquillas y para sus seguidores.

Llegué cuando ya había empezado la función, habían pasado dos o tres encuentros preliminares, pero faltaban dos peleas, entre ellas, las de José Medel.

Quise entrar rápido con credencial en mano, pero antes estaba mi amigo Manuel, aquel amigo que me encontré a bordo del camión que nos condujo a Guadalajara, pues Manuelito, un buen amigo, era equipo de José Medel “El Huitlacoche” y me dio su mano como amigo leal y sincero y me dijo:
“Qué bueno que viniste, va a estar muy buenas las peleas. Pelea mi gallo y hasta vino su vieja, Vino “La Cuplé”, la vas a conocer, es muy bonita, está sentada en primera fila y todos la voltean a ver, pues está rechula y muy buena”.
Cuando este hombre me dijo esas palabras, quise relacionarlo con algo que quizá estaba muy cerca de mí, pero después quité de mi mente lo que de un momento a otro hizo impacto.

Luego me quedé pensando en el nombre de “La Cuplé” y dije que no podía ser posible que tuviera algo qué ver con lo que mi pensamiento ya estaba relacionando.
El nombre de “La Cuplé” sí lo concerní a las casas de cita que existían después de la Revolución, cuando existían lugares como “La Bandida”, pero en el DF, en ese tiempo, sí había cantidad de estos lugares, muy selectos y con damas de mucha categoría y gran belleza.

Ya no quería entrar, pues presentía algo, además no tenía lugar en dónde sentarme más que en gayola o a un lado de los jueces, que muchas veces ponían banquillos para alguien que les llegara a pedir un “pedacito” de lugar.
Mi instinto y mi acelerado corazón me decía que no entrara, pero Manuelito me dijo, hay un lugar cerca de “La Cuplé” que era para un hermano de ella y que no va a venir, pues está en Puebla.

Cuando escuché la palabra Puebla, sentí hundirme en el vacío y mis manos y cuerpo se llenaron de sudor.
De pronto me entró cierta ira. Luego me sentí defraudado. Luego pensé que mejor era no entrar. Después pensé que sería lo más conveniente salir de una buena vez por todas de las dudas.

Entré con Manuel, vi de frente a la mujer que días antes en muy pocos días me había robado el corazón y que habíamos vivido un tórrido romance, que quizá ni ella ni yo lo volvimos a vivir, ella por su lado y yo por el mío.
Bella, con el cabello esponjado, perfectamente delineada con cara lavada y gran figura, con su presencia impactante me le paré enfrente para ver qué me decía y cuál iba a ser su actitud. No puedo negar que yo estaba temblando.
Tratando de ocultar el asombro, sus ojos brillaron aún más, como queriendo ponerse de rodillas, me dio la mano y me dijo:

“Te suplico no hagas ningún comentario, ni te vayas a exaltar. Tengo mucho miedo. Te quiero, me siento muy mal. Esto tenía que suceder tarde o temprano, perdóname por favor. Yo te explicaré todo.
Retiré mi mano a la de ella y quise llorar. Me fui a sentar a dos butacas de la de ella y lloré por dentro.
Me levanté y Manuel me dijo:
“Qué pasa Rafa, a poco la conoces. Es la esposa de José Medel, la famosa “Cuplé”.
No contesté y me fui directo a mi casa, triste, muy triste.
Después supe que “La Cuplé” era una famosísima mujer de la vida galante, en donde José Medel sacó del medio para convertirla en su amante

FIN

0 comentarios:

 

NUEVE GUARDIANES Design by Insight © 2009